Puedo escuchar el silencio.
Y el canto de la montaña
en un coro de ecos
rociados por la mañana.
rociados por la mañana.
Puedo oír el susurro de la brisa
o el grito del viento.
Captar el murmullo eterno
que recorre el mundo
y se hace tremendo.
También oigo el mar,
quien de este lugar,
se encuentra muy lejos.
Siento el discreto tic-tac
del vasto universo.
Pero, a pesar de todo...
de todo mi esfuerzo...
aunque he perdido
mi vida esperando eso.
Y he gastado siglos
desangrando el tiempo.
Nunca oí un “te quiero”
de tus labios muertos.