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domingo, 26 de enero de 2014

Por Eso Te Perdoné

Cometiste un gran error
y quedaste a la deriva.
Sentiste el amor
y rodaste por el mundo.
Te fuiste sin saber
que en la vida
existe el dolor y la traición.
Al poco tiempo de marcharte
ya estabas triste y herida.
Perdiste el rumbo.
Después de caer,
te levantaste.
Volviste.
Triste y herida,
pero volviste.
Estuviste perdida
y me buscaste.
Regresaste.
Te perdoné.
Recuperarte, después de perderte,
fue renacer, después de morir.
Amarte… después de amarte.
Quise olvidarte y fue imposible.
Por eso te perdoné.
Ansioso de verte,
acosado por tu ausencia,
toqué la oscuridad con mis ojos apagados,
cubiertos de amargas lágrimas espesas,
tan abiertos y tan llenos de penumbras:
porque faltabas tú.
Faltaba tu imagen real, tangible.
La que antes fue capturada
y retenida en mis recuerdos,
pero tu imagen se desvanecía,
ondulaba con cada palpitar
de mi angustiado corazón.
Por eso te perdoné.
Necesitaba tu amor.
Tu silueta revoloteando
inquieta dentro de mi cabeza,
tal si fuera una persistente mariposa
en una flor desbordante de polen;
no me permitieron olvidarte.
Por eso te perdoné.
Necesitaba tanto amarte.
Fue volver a nacer.
Sufrí y ahora --contigo—
nuevamente soy feliz.
Por eso te perdoné.