Siempre
bien vestida
iba
Valentina.
Coqueta
y divertida
con
su hermosa figura,
de
entalle perfecto,
caminaba
segura
con la
frente en alto,
su
belleza juvenil
así iba
expresando
un
orgullo sutil
y cierta
vanidad.
Cuando
por la calle
la veían
pasar,
los
hombres morían
casi de
un infarto
con el
bamboneo
de su
caminar.
Envuelto
en sonrisa
iba un
devaneo
y con su
presumida mirada
clavaba
una flecha
que no
lastimaba
pero,
encendía una mecha
que no
se apagaba
con
facilidad.
Era de
mi barrio,
era mi
vecina.
Siempre tan
hermosa,
la bella
Valentina,
Carita
de ángel,
figura divina.
Y en sus
lindos labios
una
amplia sonrisa.
que por
sólo verla
hacía
soñar.
(Con esa
sonrisa
nos
esperanzaba,
porque
se leía:
“puede
ser, quizás…”)
Joven
graciosa y muy atractiva
linda
Valentina,
algo
atrevida.
Por su
simpatía
todos la
querían
(y sin
lugar a dudas,
que los
hombres más).
De todo
el lugar,
era la
admirada,
que
todos soñaban
con
tenerla un día
y, al
darle el anillo,
recibir
de ella
un beso
sincero
y un
“SÍ” ante el altar.
…Pero,
un día cualquiera,
ya era pleno
invierno,
nunca
más te viste,
siempre
te recuerdo
(por el
aguacero,
ni te
despediste).
Y de ti,
nadie supo más…
Dicen
que te fuiste
con un
forastero,
recién
conocido
en el
viejo bar.
(Yo aún
te espero,
deseo
que vuelvas)
Me quedé
tan triste
al saber
que nunca,
en toda
mi vida,
volvería
a verte
linda
Valentina,
--tú, la
más preciosa,
la chica
divina--
que
invadía mis sueños
y me los
llenaba
de
felicidad.
………………………………..
…Pasaron
los años,
iba yo
en mi auto,
era
tarde, noche
casi
madrugada
cuando
en una esquina,
lejos de
mi barrio
cerca de
la playa,
en un
signo “PARE”,
parada
obligada.
Una
mujer, por la ventanilla
asomó su
cara,
no era
una chiquilla,
su tez
estaba ajada.
La reconocí
pero,
ella no a mí.
Yo ya no
era un niño
y ella,
ya no era una dama…
Seguí
manejando,
pero en
Valentina
me quedé
pensando,
porque
eso que vi
a mi me
hizo sentir
más que
un fuerte impacto.
Me sentí
infeliz…
Fue el epílogo
triste
del último acto
de una
mala obra
en un teatro barato.
Repentinamente,
desperté llorando…
Fue una
pesadilla,
estaba
soñando.
Aún así,
feliz me sentí,
porque
mis recuerdos
sobre
Valentina
--que
todavía, por cierto,
han
permanecido en mi--
quedaban
intactos.