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viernes, 7 de marzo de 2014

Divina Valentina

Siempre bien vestida
iba Valentina.
Coqueta y divertida
con su  hermosa figura,
de entalle perfecto,
caminaba segura
con la frente en alto,
su belleza juvenil
así iba expresando
un orgullo sutil
y cierta vanidad.

Cuando por la calle
la veían pasar,
los hombres morían
casi de un infarto
con el bamboneo
de su caminar.

Envuelto en sonrisa
iba un devaneo
y con su presumida mirada
clavaba una flecha
que no lastimaba
pero, encendía una mecha
que no se apagaba
con facilidad.

Era de mi barrio,
era mi vecina.
Siempre tan hermosa,
la bella Valentina,
Carita de ángel,
figura divina.

Y en sus lindos labios
una amplia sonrisa.
que por sólo verla
hacía soñar.
(Con esa sonrisa
nos esperanzaba,
porque se leía:
“puede ser, quizás…”)

Joven graciosa y muy atractiva
linda Valentina,
algo atrevida.
Por su simpatía                           
todos la querían
(y sin lugar a dudas,
que los hombres más).

De todo el lugar,
era la admirada,
que todos soñaban
con tenerla un día
y, al darle el anillo,
recibir de ella
un beso sincero
y un “SÍ” ante el altar.

…Pero, un día cualquiera,
ya era pleno invierno,
nunca más te viste,
siempre te recuerdo
(por el aguacero,
ni te despediste).
Y de ti, nadie supo más…

Dicen que te fuiste
con un forastero,
recién conocido
en el viejo bar.
(Yo aún te espero,
deseo que vuelvas)

Me quedé tan triste
al saber que nunca,
en toda mi vida,
volvería a verte
linda Valentina,
--tú, la más preciosa,
la chica divina--
que invadía mis sueños
y me los llenaba
de felicidad.
………………………………..
…Pasaron los años,
iba yo en mi auto,
era tarde, noche
casi madrugada
cuando en una esquina,
lejos de mi barrio
cerca de la playa,
en un signo “PARE”,
parada obligada.

Una mujer, por la ventanilla
asomó su cara,
no era una chiquilla,
su tez estaba ajada.
La reconocí
pero, ella no a mí.
Yo ya no era un niño
y ella, ya no era una dama…

Seguí manejando,
pero en Valentina
me quedé pensando,
porque eso que vi
a mi me hizo sentir
más que un fuerte impacto.
Me sentí infeliz…
Fue el epílogo triste
del último acto
de una mala obra
en un teatro barato.

Repentinamente, desperté llorando…
Fue una pesadilla,
estaba soñando.
Aún así, feliz me sentí,
porque mis recuerdos
sobre Valentina
--que todavía, por cierto,
han permanecido en mi--
quedaban intactos.