Dianita, luego de algunas peripecias, aprobó exitosamente su examen de conducción, obteniendo por ello la ansiada Licencia de Conducir "clase B"....
¡¡¡¡¡ FELICITACIONES DIANITA...!!!!!...¡¡¡ HURRA !!!
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Todo comenzó el día, 04 de marzo, temprano en la mañana...Dianita siempre remolona, esta vez había saltado de la cama, eyectada por el resorte de la responsabilidad que el cumplimiento del deber exigía.
Estaba un poco inquieta. Un leve nerviosismo le recorría su interior, hormigueando su juvenil organismo. No había mucho tiempo disponible, así que solamente una corta ducha, para sacarse los vestigios de sueño remanente y un frugal desayuno, de apenas un pote de cereal con leche descremada, endulzado con “sucralosa” (un edulcorante artificial, sin aspartame). Sería el soporte energético que sustentaría la titánica tarea que debía emprender.
Era su segunda oportunidad, en la primera había sido rechazada su licencia de conducir por dar la vuelta con giro muy amplio y frenar muy brusco casi encima de un signo “PARE”. Ahora, debía lograr el objetivo impuesto por ella misma. Alcanzar la soñada meta. -- ¿Una misión imposible tal vez? --pensaba con un leve y pasajero pesimismo. Pero inmediatamente se reponía y se ponía positiva y optimista
--¡¡¡ Si otros pueden, ¿¿¿ por qué yo no...¡Ah! ??? !!! -- Se decía para sí misma para darse ánimo.
Llegó a la municipalidad cerca de las 09:00 hrs (según el horario continental oficial de la tee-em-blo-oo-ro-oo-sa-aa República de Chile). La hora avanzaba irremediablemente y sentía unos suaves e imperceptibles temblorcillos involuntarios en sus piernitas, que tendían a negarse a dar un paso más (no se confundan, ella culpaba –inconscientemente eso sí-- a alguna réplica de alguno de esos temblorcillos que constantemente asolan este famélico país)...Acompañando lo anterior, algo de taquicardia.
Estaba llegando a la entrada posterior de la Ilustrísima Municipalidad de Providencia, cuando entonces divisó a lo lejos al instructor que le hizo su última clase práctica de conducción. Aunque su instructor oficial era otro, éste que menciono aquí, fue quien esmeradamente le realizó la clase práctica que incluía maniobras como: estacionarse entre dos vehículos, retroceder, subir y bajar cuestas, etc. y finalmente, fue quien culminó el proceso de aprendizaje de conducción vehicular de Dianita Quintilla. Preparación necesaria y supuestamente suficiente, para entrar y enfrentar el salvaje e inhumano mundo de la competencia vial. Competencia por avanzar y desplazarse a través de calles, rutas, caminos, autopistas, carreteras, puentes, túneles y cualquier cuestión que sirva para transitar por nuestro frágil, famélico y esmirriado Chilito. Sólo que a diferencia de la mayoría de los mal llamados conductores, ella va a ser respetuosa de las normas, reglamentos y leyes que rigen el tránsito. Su conducta y forma de enfrentar la vía será idónea, benevolente y a la defensiva. No transgresora, como la gran mayoría de los energúmenos que pululan por las calles de nuestra densa urbe…
Bien, el hecho de encontrarse con el instructor complementario, la tranquilizó un poco. Cuando estuvo a pasos de éste, lo saludó afectuosamente con un "Hola" y el típico beso en la mejilla. Luego él le entregó las últimas instrucciones y consejos ("tips"). Posteriormente le dijo con un tono suave pero algo imperativo --Debe dirigirse al "módulo 4". Yo la espero aquí, ¿ya?.-- Cuando ella se iba y él al percatarse de su nerviosismo, le tomó paternalmente un brazo y dirigiéndole su dedo índice derecho, que movía de modo ascendente y descendente, le recalcó enfático
–Tranquiiiiilita, tú estás súper bien, no te pongas nerviosa-- Aquellas palabras finales serenaron por un breve instante a la dulce “teenager”...
Luego, volvieron las mariposas que revoloteaban ansiosas dentro de su estómago. Sin embargo, aquella incertidumbre y desasosiego, en vez de frenarla la dinamizaron. Se acordaba de la recomendación del “profe” y se tranquilizaba un rato…Y luego, vuelta las mariposas juguetonas….
Llegó al "módulo 4". Había dos personas antes...Esperó pacientemente su turno, mientras colocaba constantemente su típica carita de “Dianita preocupada”, pero simulando seguridad. Sus ojitos se achinaban y se posaban distraída e intrascendentemente en cualquier cosa o punto del entorno, sin que existiera un motivo real para tal atención. Mientras su boca se fruncía tenuemente, generando con ello un ligero abultamiento de sus pómulos --algo así como ponen las caras las chicas que se dedican al modelaje, que corresponde a una especie de “puchero” en su boca, como una promesa de beso inconcluso…Tal postura nunca he entendido para qué la hacen (Iba poner por qué “cresta" la hacen, pero después me arrepentí ).
…Hasta que llegó su turno. Una funcionaria la atendió con una ensayada amabilidad, solicitándole el documento pertinente (que Dianita había atesorado como "hueso de santo"). Estiró su manito y le entregó un papel ya algo arrugado...La dama lo miró con insignificante atención, casi con desdén.
Con él en la mano se acercó a un mueble donde se archivaban una serie de carpetas que contenía los registros del comportamiento (generalmente malo) de millares de conductores chilenos.
En la gaveta, que tenía un cartelito de cartulina blanca y sobre ella escrito, probablemente con “Word”: “Sección Solicitantes Primerizos de Licencias de Conducir”. Extrajo la carpeta asignada a Dianita, la cual ya contenía algunos documentos previos solicitados y entregados oportunamente. Y que desde ahora, si aprobaba el examen práctico, iba contener la conducta futura --y ojalá irreprochable-- de toda “la vida de conductora” de nuestra heroína. La dama depositó la carpeta en un lugar apropiado (el que indica el protocolo ajustado al procedimiento oficial de cuando alguien va a hacer el trámite de ir a dar el examen de conducir para obtener la licencia "clase B", es decir, lo colocó casi sin mirar en la parte superior del mismo mueble de donde lo había sacado). Sí, la puso sobre la "rumita" que se había formado con las otras carpetas pertenecientes a personas que habían llegado antes que nuestra somnolienta y ya un poco menos nerviosa protagonista. Acto seguido le devolvió a Dianita el mentado papel previamente solicitado. Entonces, la abnegada funcionaria municipal, con un tono forzadamente afable le señaló:
--Ahora vaya a afuera nomás, al sector de examen práctico. En la calle Marchant Pereira. Y puntualizó -- ¡ ¿Tú sabes dónde es, verdad ?! —
--Sí-- contestó rotunda la artífice de nuestro relato.
A continuación y según lo indicado, Dianita se dirigió a la zona de exámenes -- como diría el "Chavo del Ocho" -- de la “Ilustrisisisima” y Acomodada Municipalidad de Providencia...Y que correspondía, nada más y nada menos, que a la parte posterior de la “ Muni”. Lugar por donde había ingresado anteriormente nuestra personaje principal y se había encontrado con el bonachón instructor de la escuela de conducción.
Se acercaba la hora señalada. Estaba algo trémula. Un pequeño escalofrío le recorría su cuerpito. Un tenue y agradable sudor frío sentía en su nuca y en sus manitos... Su corazoncito latía a mil por hora. Como que se le iba escapar del pecho.
El palpitar de su vital motorcillo sería una digna competencia para los movimientos alternados que tendrían pronto los pistones dentro de los cilindros, cuando Dianita, pusiera en marcha el pequeño y vehemente motorcito de aquella nave presuntuosa, que denominaban “auto-escuela”. Al parecer comenzaría una especie de competencia entre organismo y máquina… Pero no… No iba haber tal, ya que afortunadamente para las pretensiones de Dianita, bajó sus revoluciones –digo—sus pulsaciones y muy pronto se calmó…Para lograrlo, respiró hondo por su perfecta naricita y exhaló por su boquita de “puchero guacho”. Lo que le provocó un profundo suspiro trayéndole la necesaria tranquilidad que requería para enfrentar tamaña epopeya. Al poco rato, llegó nuevamente junto al afable y ya varias veces mencionado instructor, éste le guiñó un ojo y mientras le recibía el famoso papelito (que ya estaba más arrugado que "plata pa´ pan"), le aconsejó:
–“Confianza nomás. Todo va a salir bien”-- Dianita le devolvió una tierna sonrisa, al tiempo que le decía en voz bajita --"Gracias"--
El instructor le pasó al examinador, el estropeado papel, (pero no por eso menos valioso documento, ya que contenía algunos timbres, firmas, marcas y símbolos. Pero sobretodo, constataba que se había cancelado la no despreciable suma de casi 25 lukitas...¡Carita la cuestión!. (“Carita” referido a oneroso y no al diminutivo de faz fisonómica).
El exterminador – perdón, digo-- el examinador, “Pavarotti”, recibió el preciado documento y anotó un par de cosas (¿¡…!?). Debo hacer notar que ese apelativo no era su apellido verdadero, se lo habían puesto -- no porque cantara bien-- sino porque su contextura física hacía recordar a aquel famoso y talentoso cantante operático. Eso sí, esto había sido hace algún tiempo atrás, pues la diabetes galopante que sufría lo había obligado a dejar su pesado, antiguo gordo cuerpo en el pasado. De ese tiempo, sólo conservaba la canosa barba y la incipiente calvicie. Aun cuando ahora estaba un poco más flaco, igual los demás le habían conservado el nombre...Ah, pero seguía igual en su rol de pesado, con su postura: pensativo o algo taciturno.
Se veía arrogante como un “fantoche y lejano sabio”, aquel que sin falsa modestia se sabe un genio, poseedor de un intelecto superior. Alguien que ha descubierto la panacea para la cura de todas las enfermedades, los secretos del universo y el origen de las especies, que ha inventado la nave prototipo para viajar en el tiempo y el espacio a través de los agujeros de “gusano” de Einstein-Rosen. Pero, por sobre todo dominaba la ciencia, la técnica y el arte de la conducción de vehículos motorizados en las caóticas calles de la ciudad. En resumen, un ente al extremo exigente, intolerante, insufrible y fastidioso.
Había permanecido este poco simpático personaje, en el mismo autito en el que acababa de reprobar a una desencajada adolescente que se bajaba del vehículillo con una constreñida sonrisa, que más parecía un rictus. Sus ojitos, brillantes a punto de estallar en millares de lagrimones, retenidos tan sólo por pudor, hacían recordar a los ojillos de Bob Esponja emocionado. Quizás el autillo ese había quedado yetado… Pero bueno, “que se le iba hacer”. Así y todo ya había llegado el esperado y anhelado momento.
--"Llegó el momento"-- hubiese dicho la insoportable e infatigable voz en off, comparsa y eco constante del Rafa Araneda, en el ya olvidado programa "Rojo, Fama contra Fama"...
Y SÍ…había llegado el momento…Dianita se dirigía hacia el autoescuela. Justo cuando llegaba a la puerta delantera izquierda, como ya les mencioné, se bajaba la reprobada niña de contenidas lágrimas -- ¡¡ SUERTE !! -- Le alcanzó a decir al pasar a Dianita.
--"Gracias"-- se apresuró a responderle amorosamente...
Aquel autito, pigmentado de “amarillo pato”, color interrumpido ocasionalmente por algo de verde, rojo y blanco; en cuyas puertas se leía ostentosa y grandilocuentemente “AUTO-ESCUELA” y coronado por un pequeño adminículo amarillo, de material plástico, con forma de prisma trapezoidal isósceles y de base rectangular. Centrado y apernado sobre el techo, cerca del parabrisas delantero. El descrito objeto servía de soporte a una fastuosa letra “A” de color rojo, escrita tanto adelante como atrás del prisma. Aquella “A” era interpretada de diferentes maneras, según el transeúnte o conductor de que se tratase: “A”lumno, “A”lumno en práctica, , “A”prendiendo a hacer “cagadas”, “A”utoescuela, “A”prendiz y, seguramente no en pocas ocasiones, hasta de “A”weonao(a).
En fin, de cualquier forma, aquel pintoresco cochecito iba servir de nuevo como herramienta examinadora. Esta vez para escrutar las habilidades "choferísticas" de nuestra amorosa, estelar y adolescente protagonista.
Dianita, se subió a la pequeña “nave” (aprovecho de mencionar en esta parte de esta eximia narración, que cada vez los “autos-escuelas” son más chicos, pronto estarán dando clases en "huevitos" parecidos al mostrado en el escenario del “Festival de Viña 2010” por el humorista “Bombo Fica”, previo al terremoto).
Pero, volvamos con nuestro interesante relato...Al momento de encaramarse Dianita al diminuto vehículo, increíblemente y casi por milagro, se le fueron los nervios, los malos presagios y los obstáculos mentales previos...La tranquilidad, seguridad y confianza la inundaron. Quería comenzar ya...pero YA...sin más dilación. Estaba y se sentía preparada. El desembolso de las “lukas” que costearon su curso de instrucción no sería un gasto en vano… Tampoco sería en vano el valor que se pagó por el examen y la esquiva licencia.
--¡¡¡ Vamos Dianita que se puede !!! – La invadía el optimismo…Se daba ánimo como cuando Nicolás Massú jugando “Copa Davis” por Chile, está en el quinto set, lo tienen con doble match point y gana un puntito y algo se recupera…Eso sí, ella lo hacía tan sólo mentalmente.
Continuemos con nuestro tema… ¿En qué estábamos?...Eeehhh…Esteee…¡Ah ya!… Dianita se encaramó en el bólido, ya no se sentía nerviosa, se daba ánimo y se había auto-impuesto confiar en lo aprendido. Por razones obvias, Dianita ocupó el asiento del piloto, que aún conservaba el calor dejado por el trasero de la desaprobada muchacha y que al parecer se merecía tal mala evaluación --porque dejó el auto estacionado como el “orto”, todo chueco y a aproximadamente a medio metro de la cuneta – (“orto”: usado aquí vulgarmente como sinónimo de "hoyo", porque en griego este vocablo en realidad significa “correcto”).
La hermosa Dianita miró con algo de altivez al inspector, examinador o como ("cresta") se le llamé a aquel individuo que, en este caso, en vez de sentado en el asiento del copiloto, parecía que estuviera encogido en estado de metamorfosis de larva a pupa, de algún desconocido espécimen futuro, producto de la ingeniería genética de un país tercer mundista, es decir, como enrollado en un capullo de crisálida. O más simplemente un “chanchito de tierra” semi-enrollado en sí mismo. Algunos meses antes, en su calidad de obeso mórbido, ni siquiera hubiese podido entrar al pequeño y empeñoso móvil.
Como decía anteriormente, Dianita miró al símil fisonómico del tenor y lo saludó, junto con su habitual dulzura y amabilidad, con un excesivo entusiasmo y una tierna sonrisa:
--"Hola"--.
El infame, sin siquiera mirarla le devolvió un brusco y descortés ademán ascendente con la cabeza. Su actitud poco amigable y amargada era enfatizada con un cierto desprecio. Describo esto, para que se percaten de la tensión que imponía tan maléfico, desquiciado, aborrecible y despreciable ser.
Sorprendentemente, nuestra habilidosa nena permaneció incólume y no se dejó amilanar. Su espíritu, no solamente no se quebrantó sino que se fortaleció ante tales muestras de impía indiferencia y apatía.
Dianita había planificado sorprenderlo diciéndole: "Se puede poner el cinturón de seguridad por favor". Pero le falló el plan, porque, como señalé, Pavarotti no se había bajado del auto y por tanto tenía el cinturón puesto. Aquello era apenas un detallito y nuestra simpática chica no se amedrentó, estaba muy concentrada: enfocada en el éxito de su misión, la conducción perfecta del automóvil.
El éxito podía sentirlo, ya casi podía tocar la escurridiza licencia. Dianita corrió el asiento a una distancia que le acomodara: tomando como medida su pie izquierdo estirado sobre el pedal del embrague a fondo y la muñeca de la mano izquierda sobre el arco superior del manubrio, junto con asegurarse de tener la espalda recta sobre el respaldo del asiento y la nuca sobre la parte más abultada del apoya cabeza del mismo. Posteriormente se puso el cinturón. Arregló los espejos laterales y el retrovisor. Mientras hacía lo descrito mantuvo un desplante que trasuntaba un dejo de orgullo poco disimulado o moderada soberbia. Exhibía la hidalguía de alguien que va a mostrar un acto sorprendente y único…Esa actitud la utilizó a modo de contrarrestar en algo la supremacía de poder que imponía “Pavarotti”.
Puso en marcha el motor –“BRRRUUUMMMM”…”Brrooommm”--Rugió el motorcillo con aires de grandeza…Nuestra preciosa postulante a conductora, tomó con decisión la palanca de cambios. Embragó y pasó "primera", sacó el "freno de mano". Señalizó con el intermitente de la izquierda para salir desde donde el auto, como ya dije, había quedado re-mal estacionado. Fue soltando suavemente el pedal del embrague al tiempo que presionaba el acelerador proporcionalmente y giraba lentamente la "dirección" hacia la izquierda...
El pretensioso y “agrandado” autito-escuela comenzó a moverse despacio pero continuamente, casi como un remilgo. Pavarotti la miraba por el rabillo del ojo, haciéndose el desentendido, o mejor dicho el leso, como que no miraba y no se daba cuenta de nada de lo que ella hacía con tanto afán y esmero. Pero sin lugar a dudas, deseando que a nuestra abnegada niña se le detuviera bruscamente el auto, producto de alguna descoordinación. Afortunadamente aquello no ocurrió.
A esa hora pasaban demasiados autos por ese sector. La calle Marchant Pereira, estaba llena de histéricos, ansiosos y atrasados conductores y como ya adivinarán, los indolentes y avezados conductores, con su mala voluntad; no dejaron pasar a la pobrecita.
Tuvo que embragar, poner neutro y empezar todo de nuevo. Pero, por lo menos alcanzó a orientar parte de la "nariz" del auto y lo dejó listo para salir en la siguiente oportunidad que tuviera. Tardó y fue difícil pero ocurrió, después de varios minutos y autos, al fin un conductor de buen corazón, un buen samaritano que se compadeció y la dejó pasar.
Entonces Dianita pasó "primera", luego "segunda" y realizó las maniobras pertinentes hasta que se puso en su pista de circulación. Aquí puso en práctica todo lo aprendido en la escuela de conducir, a la cual tan diligentemente había asistido.
...Así llegó a la esquina de la intersección entre Marchant Pereira y Eliodoro Yáñez. Pero, no iba ser fácil el trámite, el desconsiderado y poco agraciado semáforo, con el único afán de hacerle la prueba más dura y complicada, le puso un obstáculo adicional, cambiando de la luz verde a la luz amarilla, para rápidamente abrirle su ojo rojo, como diciéndole: “cálmate kabrita, hasta aquí nomás llegaste”. Ella frenó y se detuvo suavemente con precisión, justo poco antes de llegar a la línea de demarcación en la calzada. Embragó y puso el cambio en “neutro”, manteniendo presionado el freno….¡Peeerfeecto!. Sí lo hizo sencillamente “PER-FEC-TO”.
-- ¡ MAESTRA !. ¡ IDOLA ! . ¡ DIOSA ! – hubiera exclamado a rabiar cualquier observador argentino que hubiese sido testigo de aquella magnífica proeza: Dianita había quedado en la "pole position"....
Nuestra principiante chofer mientras esperaba paciente la luz verde del semáforo para continuar su odisea, como para amenizar, entonaba en su mente una cancioncita “reguetonera”…además, siguía el ritmo dando pequeños golpecitos con su manito derecha sobre el volante:
“ …Ella prende las turbinas,
No discrimina, No se pierde ni un party de marquesina,
Se asicala hasta pa la esquina,
Luce tan bien que hasta la sombra le combina.
Asesina, me domina, Anda en carro, motoras y limosinas.
Llena su tanque de adrenalina.
Cuando escucha el reggaeton en la cocina.
A ella le gusta la gasolina (dame mas gasolina!!)
como le encanta la gasolina (dame mas gasolina)….
… sumale mambo pa' que mis gatas prendan los motores.
Sumale mambo pa' que mis gatas prendan los motores…… "
...En esos tarareos mentales estaba cuando el semáforo por fin cambió a luz verde. Dianita estaba inspirada, hizo todas las maniobras pertinentes correctamente, señalizó a la izquierda, viró hacia dicho sentido por la calle Eliodoro Yáñez. Lo hizo en "segunda" con un giro cerrado, conservando adecuadamente su pista de circulación y manteniendo la distancia prudente entre su vehículo y aquel que la antecedía. Pasó "tercera" y aceleró. Ya iba rauda a la prodigiosa velocidad de 43 Km/hr...
Nuestra pequeña maravilla del volante atenta monitoreaba permanentemente los espejos laterales y el retrovisor. Junto con ello, aprovechaba para echarle un solapado vistazo, con el rabillo del ojo derecho, al despreciativo “interprete”. Para tantear o percibir algún tipo de reacción de éste, que le permitiera retroalimentarse y calibrar sus acciones. Pero nada, él seguía inconmovible.
Dianita lo estaba haciendo bien. Pavarotti se veía un poco contradecido (o se dice: contradicho, no estoy seguro). O mejor digamos, se veía ostensiblemente contrariado. Denotándose lo expresado en algo de mal humor en el tono de su voz cuando le ordenó imperativamente:
--"Doble en la esquina a la izquierda" – junto con ello, le indicó la calle “Matilde” con un gesto del dedo índice izquierdo de su regordeta mano (“gorduritas” que aún permanecían en él pese a su baja de peso y que le hacían recordar aún que había sido un gordito sibarita, de generosos kilos adicionales).
La intrépida aspirante a chofer ya iba en "tercera" y a la prodigiosa velocidad de nada menos que a 45 km/hr. Iba hecha toda una "Schumacher" (se pronuncia “Chumajer”). "Fittipaldi" sería una tortuga o apenas un caracol, comparada con nuestra diestra y veloz "amiguita"...
Para su suerte, el impaciente Pavarotti le hizo dar "la vuelta corta" --aunque ella quería en su fuero interno, "la vuelta larga"--. La verdad que lo estaba haciendo tan bien, que quería lucirse.
Poco después de virar en la calle “Matilde”, Dianita se percató que una ancianita se prestaba a cruzar un paso peatonal que ahí existe. Prudente, nuestra novata conductora detiene el móvil y con su manita derecha le hace una seña para que pase: con un suave gesto de abanico, como echando vientecito o como quien da unas tiernas palmaditas al hombre invisible. La ancianita agradeció la cortesía de la joven tras el volante con una venia (un movimiento descendente de su canosa cabeza, algo así como un saludo japonés). Cuando hubo terminado la rancia y venerable dama de cruzar el paso de “cebra” y ya se encontraba segura sobre la otra vereda. Entonces y sólo entonces, la atractiva joven reanudó su marcha. Pavarotti estaba perplejo.
Se le hizo re-corta la vueltecita, no alcanzó ni a demostrar su talento, dominio y expertiz en el manejo vehicular. Dianita era toda una chica "tuerca", previo a su examen se había aprendido cuanta marca y modelo de auto existían en el mundo...
La adorable conductora – principiante, pero conductora al fin y al cabo – había resistido estoica e imperturbable los embates sicológicos del homónimo operático, destinados evidentemente a minar su entereza, debilitarla para que ella al final fracasara.
Esa canallesca y adversa actitud destinada a perturbarla, hasta entonces al menos, no habían tenido efecto esperado por el sujeto líricoforme. Justamente sucedía lo contrario, ese comportamiento absurdo le daba la fuerza y el coraje que motivaban aún más a nuestra magna y portentosa “driver girl”.
En su fuero interno, ella tenía la potente convicción que tendría éxito. Al menos, presentía que la poderosa sensación que la dominaba, era una clara señal que a la postre saldría airosa.
Paulatinamente se sentía más y más segura, transformándose aquella impresión subjetiva, en una profunda certeza:
--Sí, claro que sí… voy a ganar… sé que lo estoy haciendo muy Bakán…
Ya casi no le cabía duda que triunfaría en esta ardua faena emprendida...
Sin embargo, aunque en términos objetivos, su espectacular desempeño era notorio y más que sobresaliente, igual había algo de incertidumbre y aunque parezca contradictorio, estaba segura pero insegura. Después de todo, según le habían advertido, Pavarotti era impredecible...
Como no hay plazo que no se cumpla, Dianita altiva, llegó a su destino final. La meta estaba ahí. Justo donde había partido...El objetivo estaba a un paso o mejor dicho a la vuelta de la rueda...La licencia de conducir era casi suya...
Había un espacio bastante amplio que la esperaba para ser ocupado por el diminuto autito-escuela...Parecía que le estaban reservando el lugar para que se estacionara holgada y cómodamente. ¡¡ Y lo hizo !!. ¡¡ Magistralmente !!.
Señalizó a la derecha, como corresponde hacerlo. Dirigió los comandos de control del auto como una experta.....Puso las luces intermitentes “de peligro” ( y/o de “estacionamiento” ), cambió a marcha atrás y se acercó a exactos diez centímetros de la cuneta, quedó perfectamente estacionada...Notable. No-ta-bi-lí-si-mo…
Embragó puso el cambio “en neutro”. Colocó el "freno de mano", apagó el motor y se soltó el cinturón de seguridad. Acto seguido, miró inquisitiva a Pavarotti, quien se mostraba impávido e indiferente de la proeza de la que acababa de ser preferencial testigo…
En todo caso, ya se sentía ganadora. Esta vez un pequeño cosquilleo y agradable nerviosismo la envolvía...Sentía algo así como un pequeño e indisimulado orgullo de suficiencia. Como diciéndole a Pavarotti: ”Toma Cachito de goma”. “Reprobarme quería el perla, já…”.
Le daban ganas de soltar una pequeña risilla, la que se hacía casi incontenible. Aunque estaba casi segura que lo había logrado. Igual tenía una pequeña duda. Porque, quién sabe. Después de todo, como dice aquel conocido refrán: " en la puerta del horno se quema el pan"...Todo dependía ahora del "alegre y considerado" Pavarotti.
Dianita sin decir palabra esperaba el veredicto del infalible juez. No se atrevía a decir palabra alguna, ni a preguntar nada. No quería perturbarlo: no vaya a ser cosa que, tan alto, digno, excelso y poderoso funcionario municipal, se fuera a molestar.
(A propósito de juez, se han percatado que cada vez que los jueces dictan su sentencia por los juicios que han concluido, se dice que los jueces “fallan”. Por ejemplo tal juez entregó su “fallo” en el juicio tal. ¿Se referirán a acaso que no le apuntan nunca?. Y si el sistema judicial sabe que siempre los jueces “fallan” al dar su veredicto, entonces para que “cresta” se los entregan a ellos para que dirijan o lleven a cabo los juicios. ¡¡Parece una contradicción, ¿o no? !! ).
Bueno, retomemos el asunto que nos compete y esperemos que al menos en este caso el juez no falle. ¿Cuál sería el veredicto final?.....
"Culpable o Inocente" …
"Aprobada o Reprobada"…
Pavarotti sin mirarla siquiera anota algo en el ya “requetemencionado” papel. Al parecer anota un número. Y al ladito le agrega además su firma abreviada (diríamos, algo así como una "mosquita"). Al mismo tiempo traspasa información a un aparato inalámbrico similar a uno de esos de redcompra. Luego, con total desinterés o mejor dicho, con una displicencia absoluta, le entrega otra vez a Dianita aquel preciado y manipulado papelito. Junto con ello, emana de sus fauces rodeada de gruesos pelos canos, una especie de susurro destemplado, un gruñido con rabia contenida, un graznido epiléptico:
--"A las tres y Media"— fue todo lo que exhaló de su seudoboca.
Dianita no entiende muy bien, pero su carita se ilumina y se atreve a preguntar con entusiasmo:
-- ¡¡ ¿¿ ENTONCES APROBÉ …?? !!
Pavarotti, manifiestamente frustrado, no pierde la oportunidad de expresar su descontento y crónica pesadez. Frunce el ceño y le da de reojo una mirada rápida y nada de amable a nuestra querida y “achunchada” muchachita. No dice nada. Como si este temido personaje pensara: " ¿yo hablo chino acaso que no me entiende? ", o quizás, " ¿esta kabra será sorda? ", o lo que es peor aún, " ¿será weona? "...
En todo caso nuestra heroína lo interpreta como: "Sí, aprobaste oh… y bájate luego que estoy choriao"...
Y no se había equivocado. El inclemente y “tenorífico” Pavarotti increíblemente la había aprobado. Dianita entonces abre la puerta y de un brinco. Salta rápidamente del auto, no dice ni gracias, ni siquiera se despide. ¿Su pequeña venganza tal vez por el trato dado?. Nada de eso, se aleja presurosa, como dándose a la fuga, porque pensó: "Mejor me voy rapidito antes que se me arrepienta...”
Dianita, sin mirar atrás, dio primero unos pasitos cortos pero ligeritos (como chino con diarrea). Pronto se transformaron en pasos más largos, un poco menos que zancadas.
Estaba contenta, una indescriptible alegría la invadía, lo había logrado. El temor se había transformado en tremenda felicidad. No cabía en sí de satisfacción y regocijo. Estaba realmente Feliz...Sentía el mariposeo en el estómago, pero ahora era un revoloteo tranquilo, muy agradable....Era un cosquilleo etéreo.... Esa sensación que hace involuntariamente exhalar un chillido de ratoncillo perseguido: "iiiiiiiiigghhhh".
Estaba pletórica de dicha. Le daban ganas de reír, de saltar de júbilo, de gritar de felicidad. Necesitaba contarle urgente a alguien...
Y al fin podría hacerlo, pues divisó dentro del recinto municipal, a su querido y adorado papito. Quien se encontraba concentrado leyendo una revista mientras la esperaba…
Se acercó a "Champing" —como ella le decía de cariño a su simpático y amoroso papá—
Su primer impulso fue mentirle, pensó en hacerle una bromita: llegar triste y decirle que le había ido mal…
Pero después desistió. Así que prefirió decirle altiro nomás la verdad.
-- ¡¡¡¡ Aprobeeeé… !!!
-- ¡¡¡ Me dieron la licenciaaaaa… !!!
-- ¡¡¡ Pavarotti me dijo que hoy en la tarde estaría lista mi licencia y que viniera buscarla a las tres y mediaaaa…!!!
Aquí ella dio un pequeño saltito -- como pataleando-- y abrazó a su joven y atractivo padre.
Él también la abrazó muy fuerte y le dijo con entusiasmo: "Felicitaciones mi Bebeitor".... Estaban ambos muy felices....
Luego, llamaron a la mamá de Dianita, quien también se puso muy feliz...
Llamó a su pololo, que también se puso muy contento.
Lógico que comunicó a la brevedad a toda su familia y amigos su hazaña, que igual se pusieron muy alegres por ella.
A las 15:30 hr, o lo que es lo mismo, a las 3:30 hr PM en punto, fue a buscar tan preciado documento, no quiso dejar pasar ni un minuto adicional: "no vaya a ser cosa que se fuera a extraviar la cuestión....".
- FIN -
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(Nota: Este relato es ficticio. Basado quizás en la realidad, pero imaginario. Verosímil, pero irreal....Aunque en realidad, podría haber sido o será casi todo cierto... ” who knows" !!).
Observación Relevante (o Ruego Imperioso):
La finalidad de esta narración es que –POR FAVOR-- amigos y parientes, hagan una “gran colecta" y/u organicen eventos o lo que sea necesario, para juntar el siempre escaso y esquivo dinerillo. Y de este modo, entre todos, permitan la compra de un autito para la Dianita. Porque estoy seguro, que a partir de ese momento, no va a parar de hincharle las "p____s" (referido a un objeto en plural, generalmente esférico, utilizado para chutear) a fin de conseguir que, cada vez con mayor frecuencia, se le preste el siempre deseado y codiciado “tocomocho” ...
Conclusión:
¡¡¡ Uuufff, lo que le esperará a su papito...!!!... (léase con tono angustioso).