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lunes, 5 de agosto de 2013

Sonrisa Perpetua

Sin duda alguna vos eras la mina
que al bardo mejor sabía achacar.
Y a la gurda, con la guita que traías,
me venías alumbrar.
Después de afanarte a un boncha
que a vos te quería funcar.

En todo el puerto vos eras
siempre la piba más bella.
No había otra siquiera
que se te pudiera comparar.

Ninguna en el arrabal,
con tu linda cabellera
que brillaba como estrellas,
aún en plena oscuridad.

Te movías muy coqueta
y se mecían tus polleras
al ritmo de tus caderas
cadenciosas al caminar.

Y vos eras como una Diosa
cuando bailabas el tango,
pero eras mucho más graciosa
al compás de una milonga,
entre tus ligas unos mangos
venidos desde las sombras.

Y pasabas por mi lado,
apenas me sonreías
y mi sangre se encendía
como ascuas en la hoguera
que no se quería apagar.

Sin que nadie lo supiera,
en mi quedaban huellas,
cada día más profundas
ya no se me podían borrar.

Y en la noche atormentado
por ese cuerpo entallado
que me hacía hervir la sangre
y no lo podía olvidar.

Sin que siquiera sospecharas,
lo que yo por vos sentía
y a todos les ocultaba
que en vos yo no podía
ya dejarte de pensar.

Eras vos la preferida,
la que más guita me traía
y cada vez yo más te quería,
no lo podía evitar.

Así, sin saber cómo ni cuándo,
yo de vos me enamoré…
Y un día, en que unos tragos me tomé,
me atreví y te lo dije…

Me miraste como si fuera un extraño
y en mi cara te reíste.
Tal burla era muy grave,
rompiste mi autoridad,
al hacerlo en frente a todos
y no lo pude soportar.

Y sin pensarlo dos veces,
agarré una botella,
de ese vino bien barato
que acababa de tomar
y, sin ninguna sutileza
sobre el canto de una mesa
de inmediato la quebré.

Y en tu carita tan bella
--tan perfecta mi doncella--
una sonrisa perpetua
para siempre dibujé…

Desde entonces tu belleza
ya no es la misma que era,
y ahora no me desprecias,
por el contrario me esperas,
porque ahora soy el único
que a vos, aún te quiere mirar.