Datos personales

sábado, 9 de diciembre de 2017

Como Perro y Gato

Dicen los que saben, que el amor
--y en general los sentimientos--
no se encuentra en el corazón,
sino en el cerebro.
Pues, éste es en realidad quién se enamora.
Pero en mi caso, me pasa que cuando te veo,
todas mis células esculpen tu imagen
y mis ojos se llenan de ti.
Mi cerebro se embota
y se pone como tonto,
no reacciona adecuadamente.
Se comporta parecido a un tímido gatito
remolón, somnoliento, aturdido
que se queda tumbado flácidamente en un rincón.
En cambio, mi corazón se pone como loco,
comienza saltar, latir a mil por hora, se perturba.
Es como un perro que hace tiempo no ve a su ama
y corre, mueve la cola, gira alrededor,
da vueltas cuan remolino de pelos,
se para en dos patitas, da saltitos, ladra,
gimotea, se revuelca, saca la lengua, babea…
qué se yo, todo eso que hacen los perros juguetones
para llamar la atención.
Puede que el amor esté en el cerebro,
pero mi corazón no lo sabe…

(Quizás, algún día me atreva a decirte lo que siento,
por ahora, seguirás en el mundo de mis sueños…)


Boca Melosa

Tu boca melosa un día
me dijo que me quería.
Mi corazón se escapó,
en el pecho no cabía.
Pues sentía tanto amor,
explotaba de alegría.
Mi boca quería hablar
y decir nada podía.
No había perdido la voz,
un beso se lo impedía.
Era tan feliz contigo,
la vida me sonreía.
Era aquel peregrino
que re encontraba su camino
Pero nada es para siempre.
Hace un tiempo lo presentía,
tú ya dejaste de quererme,
aunque tu boca mentía
diciéndome que me amabas,
y que fiel
siempre serías.
Tus palabras no me calmaban,
Sabía que te perdía…
Tu cuerpo me traicionaba.
Tus falsos besos me herían
y secaban mi poca fe.
Maldito el destino cruel,
que dolor insoportable.
Tus nuevos besos de ahora,
no eran tus besos de antes.
De su frescura encantadora
eran remedos infames,
amargos como la hiel,
tan fríos como la nieve
rasgaban toda mi piel,
sin que pudiera evitarse.
Impía boca melosa
te pegas a mi querer.
Y yo no quiero otra cosa,
que olvidarte de una vez.
Maldita arpía querida,
qué herida dejaste en mí.
Sangrante está todavía
y ya no tengo porvenir.
Y aunque dejarte querría,
no puedo vivir sin ti…