Dime que me vaya…y
me iré.
Pídeme
que me vaya…y me iré.
Exígeme que me
vaya…y me iré.
Échame…y me iré.
Pero dilo. Dilo ya.
No me dejes
atrapado
en tus ojos tristes.
No me mantengas
prisionero
de tu mirada
vidriosa,
llena de angustiosa
resignación.
No me grites tus
reproches
con tus largos, tensos
e intolerables
silencios,
que se enredan en
mi conciencia
como telarañas.
Libérame de mi confortable
comodidad material
y de la inquietante
esclavitud
emocional,
que me acongoja.
Destruye mi apatía
con un “vete, ya no
te amo”.
Por favor, por
favor libérame
de la insoportable monotonía
de este amor, que
ya no es tal.