Una flor negra sumergida
yace en una lágrima reseca
sobre tu mejilla vertida
y ahogada por tu propia pena.
Rompiste mi corazón
como eslabón de una cadena
al despreciar nuestro amor
deshojando las estrellas.
Aún busco a la de antes
entre los granos de arena
de una playa desolada
perdida entre las tinieblas.
Le hiciste trampa a la vida
y la vida se ha cobrado
con un rictus que en tu cara
el sufrimiento ha estampado.
Y la seda de tu piel
hoy también se ha marchitado
como pétalos de miel
que el otoño ha devorado.
Con tu estallido de llanto
se ha colmado mi paciencia.
De eso que fue lo nuestro
ya no queda ni una huella.
La luz que hubo en tus ojos
se apagó como una vela
con la fría y densa brisa
que ha soplado tu tristeza.
Quieres recular el tiempo
volteando un reloj de arena.
Y ya la flor se ha desangrado
en tu lágrima reseca.