Mi cuerpo yace prisionero, producto de mi propia
debilidad, en un lecho ajeno. A poco de partir, recurro voluntariamente a mi
subjetiva y pasada realidad atesorada en incontables recuerdos. Antes se
gatillaban por algún aroma, color, canción, paisaje o cualquier suceso que
accesara el contenido de aquellas neuronas responsables de resguardar en su
memoria tal o cual recuerdo.
Frecuentemente caigo en profundas somnolencias y
cuando vuelvo de ellas intento que mi mente escape y se refugie en algún buen
recuerdo: comienzo plácidamente a recorrer los sucesos en que participé o fui
testigo en el transcurso de mi vida, pero pronto me desespero, porque me pierdo
en los laberintos del tiempo pasado. Los recuerdos se me escapan y no puedo asirlos
hasta mi ser consciente, un espacio vacío los engulle ocupando su lugar en mi
mente.
Cuando más deseaba recorrer los momentos de mi
vida, me percato que el tiempo además de haber robado mis fuerzas, también ha
borrado casi todos los detalles de mis recuerdos y hoy ya no me queda historia.
Se ha encargado de ir diluyendo su nitidez, dejándome apenas trazos borrosos, retazos deshilachados e irreconocibles, que me impiden formar un cuadro completo de
algún suceso.
Es tanto lo que su intensidad se ha reducido, que
todas las vívidas y tangibles sensaciones recibidas por mis sentidos en
antiguos presentes y que eran una especie de video tridimensional, se fueron
transformando paulatinamente en apenas un bosquejo plano, tenue, difuso y
traslucido. Tan difuminados que incluso me envuelve la duda: si eso que mi
memoria retiene y guarda, fue alguna vez real o producto de un sueño o de
alguna película que vi, porque ya casi no lo distingo…
Es perturbador, que la vida es tan solo un susurro
en el tiempo, un chasquido de existencia que no deja llevarse nada, ni siquiera
un pequeño y miserable recuerdo de mi paso por el mundo.
Repentinamente un fugaz destello en mi cabeza y por
alguna incomprensible razón, me ha devuelto mis recuerdos. Se proyectan al
interior de mi mente permitiéndome revivir cada momento de mi vida en un
segundo: recorro de nuevo el camino trazado por mis propias decisiones,
acciones y omisiones --aunque también las de otros—
Junto con el resplandor que inunda mi mente se ha
activado una fuerza abstracta, un impulso que remece mi conciencia, separándola
de ese cuerpo que me ha cobijado y dado identidad en esta vida y, que ya no
necesitaré más. En este mi último instante no tengo miedo...siento un
vahído...y...exhalo el último aliento que me despide de ésta mi vida, el que
fue mi cuerpo se sacude un par de veces con leves estertores, para luego quedar
i-n-e-r-t-e-eeeeeeee.......................