Desde bien temprano
hasta el anochecer
una pequeña niña,
de morena tez,
siempre se veía,
a veces sentada
otras de rodillas,
en la misma puerta
de la vieja capilla.
La mano estirada
para las monedas
que ella allí pedía
y algunos le daban.
Mientras en la otra,
fuerte sostenía
una tierna muñeca
con el pelo rubio
y unas pocas pecas.
Pasaron los años,
--aún yo era un niño--
me cambié de casa.
Muchas cosas ocurren
cuando el tiempo pasa.
Hoy volví a la calle
donde yo vivía
y de nuevo pasé
por la vieja capilla.
Entonces recordé
a la pequeña niña,
la de piel morena
y muñeca rubia,
que ahí pedía.
Ví a una mujer,
se le parecía.
Creo qué era ella…
tanto había cambiado
y pudo ser tan bella.
Su inocente infancia
se había perdido,
tirada en la calle
como un vil mendigo.
Su vida a nadie
le importó de veras…
¡ nunca tuvo amigos !
¡ de verla da pena !
No se daba ni cuenta
de que su piel morena
ya estaba amarilla,
se le había curtido
en aquella esquina,
junto a la astillada puerta
de la vieja capilla.
Estiraba su mano
por si alguien quería
darle unas monedas
para la “comida”.
Mientras con la otra
apenas sostenía
una sucia botella,
ya casi vacía…
hasta el anochecer
una pequeña niña,
de morena tez,
siempre se veía,
a veces sentada
otras de rodillas,
en la misma puerta
de la vieja capilla.
La mano estirada
para las monedas
que ella allí pedía
y algunos le daban.
Mientras en la otra,
fuerte sostenía
una tierna muñeca
con el pelo rubio
y unas pocas pecas.
Pasaron los años,
--aún yo era un niño--
me cambié de casa.
Muchas cosas ocurren
cuando el tiempo pasa.
Hoy volví a la calle
donde yo vivía
y de nuevo pasé
por la vieja capilla.
Entonces recordé
a la pequeña niña,
la de piel morena
y muñeca rubia,
que ahí pedía.
Ví a una mujer,
se le parecía.
Creo qué era ella…
tanto había cambiado
y pudo ser tan bella.
Su inocente infancia
se había perdido,
tirada en la calle
como un vil mendigo.
Su vida a nadie
le importó de veras…
¡ nunca tuvo amigos !
¡ de verla da pena !
No se daba ni cuenta
de que su piel morena
ya estaba amarilla,
se le había curtido
en aquella esquina,
junto a la astillada puerta
de la vieja capilla.
Estiraba su mano
por si alguien quería
darle unas monedas
para la “comida”.
Mientras con la otra
apenas sostenía
una sucia botella,
ya casi vacía…